Y te preguntarás: ¿amor… con h?
Pues sí, la H que en principio es muda, no se hace notar, pero tiene presencia, está ahí, le da un nuevo sentido a esa palabra.
La H es como la fuerza del Señor que siempre nos sustenta, sostiene y fortalece.
Es el Espíritu Santo que viene como brisa invisible a transformar el alma, a traernos la voz del Señor hasta lo profundo del corazón. La H, es lo que diferencia todo en nuestra vida, pues es esta H lo que ha dado pie a la misión que el Señor nos pidió hace ya algunos años, cuando puso en nosotros la inquietud de llevarle a cada casa, a cada rincón de los hogares de la forma más pequeña y sencilla pero llena de su amor, para que todos puedan conocer lo que nos quiere. Porque es un amor real, vivo y verdadero. Pero llevarle no de cualquier manera, sino por medio de un carisma, de una forma de vida de la que nosotros respiramos y vivimos como hermanos laicos de las Hijas del Amor Misericordioso. Pues solo desde esta visión de la misericordia, el amor puede habitar en nosotros, en lo pequeño, en lo débil, ahí donde Dios se hace fuerte en nosotros.
Y no es cosa nuestra, si no suya.